Desierto, noche, abismo, paz. La voz habla. Éstos son sus ruidos:
"Lejos, muy lejos de aquella insomne amalgama de elementos
sin ordenar me encuentro ahora, donde se retorcía el espíritu de alguien que
nunca pudo ser con tranquilidad, que ni siquiera el derecho a la determinación
de su inocente identidad total le fue permitido a base de
instrumentalizaciones, humillaciones, sentimientos de culpa y un
poder ser leve
y corroído que le suscitaba soledad, dureza y camino. Sin duda, camino y dureza
son, pero muy lejos ya se encuentra este espíritu de aquel mar salitroso en el
que la neblina amenazaba con un viejo barco y realidades insondables. Hoy,
anclado a unas dunas densas, ya reconocibles, previsibles, pero igualmente
henchidas, en lo más profundo de su ser, de incertidumbre, recuerdo el casi
inmediato contemplar del soldado clavado de rodillas, rodeado de muertos
y moribundos, esperando que, en su éxtasis
místico, los cuervos le revelen ese sentido que hace tiempo dejó de buscar, mientras se
mira unas manos vacías de materia, como puzzle inacabado, en las que quedan por
escribir historias, esquelas, miedos, venganzas, amor y tantas otras
transmutaciones de las que, por desgracia, nunca verá hijos. Desde su monástica
extaticidad, en su mal llevado voto de templanza, ya hace tiempo que ha
rechazado ser el santo mártir que el mundo y la infección moral que habita, le
reclaman, y en vías de reconstruir un nuevo verbo, de tallar un nuevo árbol, de
nombrar con la contundencia que la muerte reclama universal, contiene a las
iracundas legiones que, como todo pueblo arribado a la batalla inexorablemente,
vocean y rabian a los necios que tuvieron a mal ser honrosos y nobles, unos por
convicción, otros por estupidez; sin embargo, todos han de pagar con el golpe
proporcional de la espada de la justicia cósmica, y no será la luz, hacia la
que escupieron e insultaron rechazando y utilizando a la vez su nombre, sino la
tiniebla, la que fagocitaran en sus terribles estómagos rumiantes, la ignominiosa
bajeza de la que son naturales ya."
Siempre me vi alejado de la operación, del acto, siempre habité la potencia,
arropado en el miedo a la libertad que tanto me negaron y que ya, durante
tanto, se me hizo tormenta de polvo en el desierto de mi interior. Y, con la
manida alegoría acerca de los demonios de uno mismo, pude nombrar a los setenta
y dos espíritus que nos habitan y alimentarme y beber de lo que antes fuera
arena. Una, cada vez más recia y temible, carreta cósmica que se va
construyendo y tomando forma en el mundo presente, engarza en sí la rueda del
dharma; y el que, rebelde en esencia, fue expulsado por compartir y ser, no
será otro sino el que conduzca con decisión la rueda y acabe y horade lo que
encuentre a su paso, pues nadie debe negarle al mundo, cuando se sabe mundo, disparar tras percutor la libertad para descansar en libertad por fin.